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Pompeu Fabra, creador del diccionario oficial catalán e ingeniero industrial químico

Pompeu Fabra i Poch (la Salud, 20 de febrero de 1868 - Prada, 25 de diciembre de 1948) fue un filólogo catalán conocido como el «seño ordenador de la lengua catalana» por su labor de líder establecidor de la normativa moderna de la lengua catalana. Su padre ejerció sobre él una gran influencia durante su infancia y juventud, tanto por los primeros contactos con algunos diccionarios y gramáticas que corrían por casa, como el Diccionario de la lengua catalana con la correspondencia castellana y latina, de Pedro Labernia, y la Gramática de la lengua catalana, de Antoni de Bofarull y Adolf Blanch, como por la elección de la carrera de ingeniero, en la que influyó su padre, que, sin embargo, no pudo verse completada debido a su fallecido en 1888.

Unos inicios fecundos y polémicos

Fabra comenzó estudios de ingeniería industrial que progresivamente alternó con una fuerte inclinación autodidacta por la filología y en 1889 entra como redactor en L'Avenç, que en 1891 le publicó en su editorial la gramática "Ensayo de gramática" del catalán moderno", en el que, por primera vez con metodología científica, se describe la lengua hablada con una esmerada transcripción fonética.

Junto con Joaquim Casas Carbó y Jaume Massó y Torrents Fabra emprendió la segunda campaña lingüística de la revista L'Avenç, que duró todo en 1892 y consistió en una serie de densas notas, generalmente no firmadas, que la revista publicó bajo la rúbrica de "La Reforma Lingüística" a partir del número de marzo, y que "aportaban una justificación teórica de los cambios ortográficos que se iban adoptando sobre la marcha" y que fueron los primeros intentos científicos de sistematización de la lengua, intentos que van provocar arboladas polémicas y constituyeron el esbozo de la futura normativización. Desde L'Avenç, Pompeu Fabra publicó artículos utilizando el seudónimo Esteve Arnau, para evitar la confrontación directa y la crítica a personas reales y concretas con una trayectoria formada en ese momento, además para ocultar su participación en una revista de la que se sentía alejado ideológicamente.

Sin embargo, las propuestas se podían considerar revolucionarias, difíciles de aceptar por la mayoría tradicionalista compuesta por los floretistas, algunos de los escritores más reconocidos de la Renaixença como Narcís Oller, Víctor Català y Àngel Guimerà, y los medios periodísticos. La campaña de L'Avenç provocó la reacción de los tradicionalistas, que contraatacaron, que era justamente lo que buscaban los impulsores de la campaña. Un claro ejemplo fue el artículo de Fabra en La Vanguardia el 22 de marzo de 1892 titulado «Sobre la reforma lingüística y ortográfica», con el que contestaba uno anterior de Omar y Barrera en el mismo diario, y presentaba en síntesis el su programa de actuación.

En 1895 presentó Contribución a la gramática de la lengua catalana al premio extraordinario a la mejor gramática de los juegos florales de 1895, contrarios a sus teorías, y que va desierto, y de nuevo a los de 1896, en los que la comisión le otorgó un accésit. No se publicó hasta 1898 por la Tipografía de L'Avenç porque Fabra temía una trampa si la publicaba la comisión de los juegos. La obra se considera un hito crucial de la gramática del catalán moderno.

De Bilbao a Badalona

En 1902 ganó por oposición la cátedra de química de la Escuela de Ingenieros de Bilbao. El 5 de septiembre de 1902 se casaba con Dolors Mestre en la iglesia de Sant Vicenç de Sarrià, poco antes de que empezara el curso. En 1912, tras ser catedrático de la Universidad de Bilbao, decidió abandonar su puesto de trabajo y volver a Cataluña a dedicarse a la labor lingüística que, por otra parte, nunca había dejado a pesar de estar en el País Vasco . La familia Fabra no se instaló en Barcelona, sino en Badalona. Las razones de la decisión de Fabra fue a causa de su hija mediana, Teresa, tenía la salud delicada y los médicos les habían recomendado aires y abundantes baños de mar. La ciudad de Badalona, situada en la costa, le ofrecía esta proximidad al mar y una buena comunicación con sus trabajos en la universidad y el Institut d'Estudis Catalans. Además, desde que vivió en Begoña, Fabra le gustaba vivir en ciudades más pequeñas, lejos de las grandes aglomeraciones de las capitales. Fabra vivió en Badalona hasta que tuvo que marcharse al exilio en 1939, y tuvo una importante vida social, entre otros, fue el primer director de la Escuela Municipal de Artes y Oficios, donde hizo amistad con otros maestros o colegas, como Pau Rodon y Amigó. Se hicieron muy conocidas en la ciudad numerosas anécdotas y, especialmente, las tertulias que mantenía cuando coincidía con amistades o conocidos en sus viajes en tranvía, un medio de transporte del que era un enamorado, de Badalona a Barcelona, y viceversa .

En 1906 participó en el I Congreso Internacional de la Lengua Catalana con la comunicación Cuestiones de ortografía catalana. Su prestigio intelectual salió enormemente reforzado, hasta el punto de que Prat de la Riba le llamó para dirigir un proyecto de normativización lingüística del catalán. Entonces volvió a Cataluña, fue nombrado fundador de la Sección Filológica del IEC y ocupó una cátedra de los Estudios Universitarios Catalanes.

La consolidación de una tarea

En 1932, Fabra accedió directamente, por razón de su prestigio, a la cátedra de lengua catalana de la Universidad de Barcelona. Con él entraba oficialmente la lengua catalana, por primera vez en la historia. En 1933, Fabra se convirtió en presidente del patronato de la nueva Universidad Autónoma de Cataluña, recién creada. El diccionario de 1932, ya mencionado, y conocido popularmente como Diccionari Fabra o el Pompeu, fue pensado como el esbozo –«canemàs», dijo el propio Fabra– de un futuro diccionario oficial del Institut d'Estudis Catalans .

Últimos años

En 1934 fue detenido a raíz de los hechos de octubre como jefe del Patronato Universitario, junto al resto de miembros del organismo. Fueron encerrados en el barco-prisión Uruguay, donde también se encontraba encarcelado el Gobierno catalán. Estuvo encerrado durante seis semanas y un día. El 8 de diciembre su causa fue sobreseída y fue puesto en libertad. Sin embargo, cabe destacar que durante su cautiverio no abandonó su obra, con permiso de las autoridades del barco dio algunas conferencias, que fueron seguidas por los políticos e intelectuales encarcelados y que impresionó a los guardias. En 1934 fue uno de los firmantes del manifiesto "Por la conservación de la raza catalana". Este manifiesto racista encaja en la época en que la eugenesia humana era un tema negociable, pero en la Alemania nacionalsocialista de esos días provocó asesinatos industriales de judíos, homosexuales, gitanos y otros excesos. El invierno de 1939 fue a la casa de Sant Feliu de Codines, desde donde se va al exilio en el Estado francés. Aunque su figura no era perseguida, por su situación inestable, cada vez era más difícil vivir en Catalunya, y su condición de republicano y catalanista le hicieron marchar. Antes se reunió con algunos compañeros, como Joan Oliver o Antoni Rovira i Virgili, para decidir continuar la obra de la Institución de las Letras Catalanas, fuera dentro o fuera de Cataluña. Finalmente, la madrugada del 24 de enero la familia Fabra partió de su casa, Can Viladomat, con dirección Girona, después en Bescanó, Olot y Agullana, donde a los pocos días empezaron a llegar refugiados. Cruzaron la frontera franco-española el 31 de enero de 1939, cinco días después de que entraran las tropas del general Franco en Barcelona. Después vivió una larga peregrinación con estancias en París, Montpellier, Perpiñán y, finalmente, Prada de Conflent, en el número 15 de la calle Marxants.

El 30 de enero de 1940, el tribunal provincial de responsabilidades políticas de Barcelona les abrió al editor Josep Queralt i Clapés ya él un expediente –en el 2223– como sospechosos de filiación catalanista. La Guardia Civil le acusó de ser un «elemento separatista acérrimo», sentencia que corroboró el propio tribunal regional al catalogarle de «hostil a lo de España». El 10 de mayo de 1941 se dictó sentencia. Pompeu Fabra fue condenado a pagar una multa de 5.000 pesetas por su catalanismo «y profundo desprecio y enemistad hacia España», sanción que estuvo acompañada de «una inhabilitación absoluta perpetua y extrañamente perpetuo del territorio nacional». Sin embargo, la situación financiera en la que se encontraba Pompeu Fabra provocó que, el 15 de octubre de 1941, el juez Francisco Eyre Varela decretara su insolvencia. El 15 de marzo de 1947, la Audiencia Provincial de Barcelona dejó sin efecto la sentencia. Deberían pasar 11 años para que la comisión liquidadora de la normativa acabara indultando y restituyendo su honor, aunque fuera a título póstumo.

Entre el 14 de septiembre de 1945 y el 22 de enero de 1948, ostentó el cargo de consejero de la Generalidad en el exilio.

Los últimos años de su vida fueron muy precarios, viviendo gracias a la comida y ropa que le hacían llegar. A pesar de las condiciones adversas, continuó trabajando y terminó una nueva Gramática catalana, publicada póstumamente en 1956 por Joan Coromines, y las Conversaciones filológicas. Tumba de Pompeu Fabra en Prada.

En 1947 le diagnostican un cáncer a su hija Teresa, algo que le trastornó; hizo que tomara conciencia de su edad y empezara a pensar a menudo en la muerte. Tanto es así que el 27 de noviembre de 1947 fue a Andorra a realizar testamento. La muerte de su hija afectó muchísimo a Pompeu Fabra, que entonces estaba a punto de cumplir 80 años. Las palabras de Joan Alavedra en su entierro recogen el sentimiento de la comunidad de catalanes exiliados que estaban preparando una celebración para el octavo aniversario del filólogo transmutada en luto por la pérdida familiar.] Con todo, el homenaje por su octavo aniversario se acabó haciendo y la comunidad catalana en el exilio le ofreció una medalla de oro adquirida por suscripción popular, con su busto moldeado por el escultor Joan Rebull. Falleció en su residencia de Prada el 25 de diciembre de 1948.